Dale WOW

Identificamos a un poeta cuando al leerlo nos convierte en poetas. Así lo aseguraba Coleridge, el romántico inglés.

Esta serie de piezas han sido creadas por alguna o algún artista cuya identidad es desconocida; no obstante, a muchos nos atrapa el grito unánime de su pintura. WOW es la firma de quien plantea el irónico atrevimiento de prescindir de la figura del creador en el encuentro con el verso.

Las formas y líneas cobran autonomía para ofrecerse desnudas a la inmensidad de la contemplación subjetiva. La carga del trabajo creativo/interpretativo se vierte en quien se ve interpelado por la fortuna rítmica de lo que parece configurarse a muchas voces. El enigma juega, empodera, desenmascara egos y símbolos que escapan al campo de la palabra.

Nos toma por sorpresa la inusitada dimensión interactiva de esta muestra de pintura, en la que se cuestionan los cánones especulativos de la modernidad. Algunos títulos hacen parte de las obras como tramposos y enigmáticos secuaces. Otras piezas ceden lugar a un retumbante espacio en blanco que el valeroso cautivo ha de subsanar. Nos encontramos ante la osadía de quien, como Cortázar, imaginó la posibilidad del apasionado lector que hacia el final de la narración se descubre leyendo su propia historia.

La anonimidad de quien nos convoca propicia la ocasión de revalorar las fórmulas con que asignamos valor al arte, reivindicando la inmediatez de la experiencia estética frente al endiosado culto a la personalidad. El carácter intuitivo y espontáneo de las obras comulga con el ímpetu antidiscursivo que se ofrece a las sospechas del intrépido testigo. Nada está dicho. La sentencia se confiere a cada uno de los presentes, y con ello trasluce la infinitud del arte.